miércoles, 27 de junio de 2012

Ángel


   

   Esta noche es abrumante y solitaria, y es en esta misma cuando te necesito, aún no se cuál será tu nombre, cómo sonará tu voz, cuál será tu olor o cuál será el sabor de tus labios. Tampoco sé cuándo llegarás a mi vida; invierno, otoño, o en esta noche fría. Solo quiero que seas un ángel que me ame sin medida, sin miedo y sin control, que seas una dulce chica que no solo me alimente de palabras, si no que cada día y cada noche pueda enredarme en sus brazos y cobijar mis sueños desvaneciendo mis pesadillas; solo quiero que comparta conmigo esta oscuridad bajo la luz de la luna.

   Solo espero que en ti mi ángel de la noche no se encuentre lo ordinario de los seres mortales, lo patético y absurdo de esta humanidad que hiere, miente y ahoga; que mi mundo se paralice al probar el elixir de tus labios, que ni la muerte pueda ser el fin de este amor, ya que éste será celestial e inmune a las limitaciones humanas. Presa de esta soledad, yo amor mío aguardo tu llegada, como el día en que esta realidad se desvanezca y seas tú quien transforme mi esencia.





W.F.A.G.T.





sábado, 16 de junio de 2012

Mirando las estrellas


   

   Ella se sienta frente a su ventana, derramando lágrimas en señal de protesta, contemplando la noche que no le dice nada. En sus paredes hay cuadros de colores, dibujos animados que ella pintó desde muy niña, osos de peluche adornando su cama, tarjetas escritas por su propio puño y letra, como avisándole lo rápido que pasa el tiempo. 

   Nadie le dijo que el aprendizaje no siempre viene con guantes de seda, que a veces la experiencia nos cuesta el llanto. Nadie le habló de los oscuros caminos que existen en la búsqueda del amor, es que no siempre el amor es ese cosquilleo en el estómago, ni ese andar entre nubes de la que tanto hablan las novelas.

   El amor simplemente es una decisión, un riesgo que hay que correr a pesar de sus consecuencias, pero un riesgo que se comparte entre dos personas, cuando uno de los dos suelta la cuerda, el otro caerá irremediablemente. 

   Por eso ella está sentada frente a su ventana, mirando las estrellas, con el corazón hecho añicos, queriendo creer que no todas las caídas son así de dolorosas. Se mira en el espejo y no quiere palabras de consuelo, no desea imaginarse mañana, dibujándose sonrisas para enfrentar al mundo.

   Esta noche solo quiere llorar para apaciguar la marea, quizás algún día le dirán que la luna suele sonreírle a los corazones rotos. Yo la miro desde mi ventana, queriendo inventar un pretexto para hacerla reír, pero me estrello en mis intentos, no puedo lograr mi cometido, perdón querida. Yo solo sé escribir, y a veces ni siquiera eso.



W.F.A.G.T.



lunes, 11 de junio de 2012

I am

I'm not your rolling wheels,
I'm the highway.

I'm not your carpet ride,
I'm the sky.

I'm not your blowing wind,
I'm the lightning.

I'm not your autumn moon,
I'm the night...





W.F.A.G.T.

viernes, 1 de junio de 2012

Apariencia





   A veces la apariencia no lo es todo. 

   Chase Vizdómine se levantó del banco, alisó su uniforme de marino y estudió a la muchedumbre que hormigueaba en la Gran Librería Central. Buscaba a la chica cuyo corazón conocía, pero cuya cara no había visto jamás, la chica con una rosa en su solapa.

   Su interés en ella había empezado XIII meses antes en una biblioteca de Apulco. Al tomar un libro de un estante, se sintió intrigado, no por las palabras del libro, sino por las notas escritas a lápiz en el margen. La suave letra reflejaba un alma pensativa y una mente lúcida. En la primera página del libro, descubrió el nombre de la antigua propietaria del libro; Srta. Liz Dowdell.

   Invirtiendo tiempo y esfuerzo, consiguió su dirección. Ella vivía en la ciudad de Antigua Nuevápolis. Le escribió una carta presentándose e invitándola a cartearse. Al día siguiente, sin embargo, fue embarcado a ultramar para servir en la Cuarta Guerra de Control.

   Durante el año y el mes que siguieron, ambos llegaron a conocerse a través de su correspondencia. Cada carta era una semilla que caía en un corazón fértil; un romance comenzaba a nacer. Vizdómine le pidió una fotografía, pero ella se rehusó.

   Ella pensaba que si él realmente estaba interesado en ella, su apariencia no debía importar.

   Cuando finalmente llegó el día en que el debía regresar de Caeserta, ambos fijaron su primera cita a las siete de la noche, en la Gran Librería Central de Antigua Nuevápolis. Ella escribió: "Me reconocerás por la rosa roja que llevaré puesta en la solapa." Así que a las siete en punto, él estaba en la estación, buscando a la chica cuyo corazón amaba, pero cuya cara desconocía.

   Dejaré que el Sr. Vizdómine relate lo que sucedió después: 

   "Una joven venia hacia mí, y su figura era larga y delgada. Su cabello rubio caía hacia atras en rizos sobre sus delicadas orejas; sus ojos eran tan azules como flores. Sus labios y su barbilla tenían una firmeza amable y, enfundada en su traje verde claro, era como la primavera encarnada.

   Comencé a caminar hacia ella, olvidando por completo que debía buscar una rosa roja en su solapa. Al acercarme, una pequeña y provocativa sonrisa curvó sus labios. "¿Vas en esa dirección, marinero?" murmuró. Casi incontrolablemente, di un paso para seguirla y en ese momento vi a Liz Dowdell. 

   Estaba parada casi detrás de la chica. Era una mujer de más de cuarenta años, con cabello entrecano que asomaba bajo un sombrero gastado. Era bastante llenita y sus pies, anchos como sus tobillos, lucían unos zapatos de tacón bajo. La chica del traje verde se alejaba rápidamente. Me sentí como partido en dos, tan vivo era mi deseo de seguirla y, sin embargo, tan profundo era mi anhelo por conocer a la mujer cuyo espíritu me había acompañado tan sinceramente y que se confundía con el mío.

   Y ahí estaba ella. Su faz pálida y regordeta era dulce e inteligente, y sus ojos grises tenían un destello cálido y amable. No dudé más. Mis dedos afianzaron la gastada cubierta de piel azul del pequeño volumen que haría que ella me identificara. Esto no sería amor, pero sería algo precioso, algo quizá aún mejor que el amor: una amistad por la cual yo estaba y debía estar siempre agradecido.

   Me cuadré, saludé y le extendí el libro a la mujer, a pesar de que sentía que, al hablar, me ahogaba la amargura de mi desencanto. "Soy el teniente Chase Vizdómine, y usted debe ser la señorita Liz Dowdell. Estoy muy contento de que pudiera usted acudir a nuestra cita. ¿Puedo invitarla a cenar?"

   La cara de la mujer se ensanchó con una sonrisa tolerante. "No sé de que se trata todo esto, muchacho," respondió, "pero la señorita del traje verde que acaba de pasar me suplicó que pusiera esta rosa en la solapa de mi abrigo. Y me pidió que si usted me invitaba a cenar, por favor le dijera que ella lo esta esperando en el restaurante que esta cruzando la calle."

   No es difícil entender y admirar la sabiduría de la Srta. Liz Dowdell. La verdadera naturaleza del corazón se descubre en su respuesta a lo que no es atractivo. 






-"Dime a quién amas," escribió Houssaye, "y te diré quién eres.".



W.F.A.GT.